Que la familia no se elige es tan cierto como la libre elección de los amigos para toda la vida. Y así, mi 2012 se tiñó de amor, de gente bonita que estuvo más presente que nunca.
El catálogo de momentos palpitantes y el top ten de los mejores recuerdos del año se los debo. Yo me quedo con este ramo de sonrisas, de miradas que me llegaron al corazón, de sentimientos que se hicieron más fuerte a medida que iba conociendo la compañía más pura y sincera que podría haber imaginado.
No quiero dar un monólogo ni un balance anual, eso queda conmigo bien guardadito para colgarlo en la lista de años inolvidables. Mis doce meses se basaron en la recepción de energía y de un aprendizaje constante para llevar las cargas de una mochila que siempre se alivianó con la fortaleza que me brindaron mis amigos.
Conocí, aprendí, lloré de tristeza y de risa hasta que me doliera la panza, inventé más palabras que un diccionario, compartí todo tipo de abrazos: desde los pequeños que son bien tímidos hasta los más osados que terminan por hacer doler hasta los huesos.
Y acá estoy terminando un año con una sonrisa nuevamente. Sin cansarme de palpitar esa emoción que conlleva despedirse, extrañar pero seguir queriendo de la misma forma que el primer día.
Si busco sinónimos de Despedida encuentro que las palabras Celebración o Ceremonia, también forman parte del itinerario. Entonces... ¿por qué no tomarlo así? Las despedidas son esos dolores dulces, diría una amiga que lleva tatuado el rock como forma de vida junto con el Indio Solari.
Gracias a ella. Mi querida Negrita con su disgusto por las palabras cursis que forman parte de mi sensiblería de todos los días. Junto con la Señorita Rulitos se hicieron imprescindibles en mis días grises, en mis mañanas con pachorra y en mis pequeños ahogos de vasos vacíos. Las dos engalanando mi 2012. ¿Qué más puedo pedir? Por supuesto que sí: Que permanezcan muchos años más.
Las aflicciones siempre tienen un gustito amargo pero nos acercan a los sentimientos más verdaderos, de eso estoy convencida. Por eso mi brindis es bien sencillo: Brindo por los amigos. Por los buenos compañeros de ruta que son los que están eternamente presentes. Incluso en la distancia, en la ausencia, en el paso del tiempo. ¿Hay, acaso, algo más poderoso que eso?