martes, 12 de febrero de 2013

Añoranzas de la distancia



Febrero me arrastra a la realidad para marcarme las doce como a Cenicienta. Saludo general para la gran ciudad que se avecina entre carteles de bienvenida y caras largas por el fin de las vacaciones. Aquí estoy nuevamente. Bajé del colectivo y llegué a Rosario con el pecho erguido mientras hacía fuerza para llegar viva con tanto peso encima. Por suerte cuatro manos levantadas me esperaban desde un rinconcito para acompañarme con la carga. 

Llegó la hora de ventilar la casa, de abrir persianas, de matar con Ride las arañitas patonas que se instalan en los huecos, de sacar la ropa de la valija y de ponerse otra vez manos a la obra. Encontrar arena entre los pliegues del bolso puede resultar catastrófico si nos atenemos a los lindos recuerdos playeros que eso conlleva. Lo que daría por volver. Lo que daría por instalar una cabaña frente al mar. Soñar no cuesta nada.

Me sumergí en el papel de chica ruda y valiente con un silencio espectral de fondo y así me fue. Mientras sonaba mi celular, tomé aire, respiré profundo y atendí con mi mejor voz de "Estoy perfecta". Era mi papá.

-Hola....?
-¡Hola, mi amor! ¿Cómo estás?  Acá ya te extrañamos.
-Bien.... (fin de la conversación a causa de un cúmulo de lloriqueos y mocos que largué sin parar.)

Así el regreso se hace difícil. Será cuestión de acostumbrarme nuevamente, después de haber estado más de un mes durmiendo con mis perros y peleando con mi hermana. Casi 21 años y sigo llorando como en primer grado. No puedo con mi sensiblería y mi pegote familiar.

Para sumarle tragedia a la cuestión, una amiga-hermana está a unos cuantos kilómetros de distancia bajo el sol peruano con rumbo directo hacia Ecuador. Una viajera de la vida la piba. Hago malabares para comunicarme con ella mientras me cuenta de los paisajes y de los lugares recorridos. La señal se nos corta, las palabras se nos achican y la bocina de un auto interfiere nuestra conversación. "El año que viene me llevás con vos", le digo mientras cuento los días para volver a verla. 

Voy habituándome de a poco, a fuerza de lágrimas y perseverancia. Anoche volví a hablar con mi familia, mientras de fondo mi hermana gritaba que iba a dormir en mi cama y desordenar toda mi pieza (sabe que odio eso). Mientras les deseaba buenas noches mi papá me contaba que estaban mirando una película. "Poné el mismo canal y mirala también, así nos sentimos más cerca".


3 comentarios:

Ivianella dijo...

Yo soy muy pegota de mi familia también, te entiendo.
Fuerza para empezar con todo de vuelta esta etapa Anto :)
A fin de cuentas una se acostuumbra a todo y el reecuentro con los seres queridos después de un tiempo es todavía más significativo y grato de vivir.
Abrazos.

N dijo...

Ay, me agarró una cosita inmensa en el pecho con la última frase de tu viejo. ¡Qué cosas tiene la vida, aveces, Antonella!
¡Besos!

pd: tenés una forma de escribir que me atrapa, la verdad. Me voy a seguir leyendo. :)

Melodías Agridulces dijo...

(Sos de las mías: sensible y maricona. Por eso me encanta leerte.)

Volver a la rutina es un balde de agua fría en pleno invierno. Pero piensa, cuanto antes vuelvas a la rutina, antes volverán las vacaciones nuevamente :)

Besos agridulces, Anto.