domingo, 10 de mayo de 2015

Con los ojos

"Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran..." Rayuela, Capítulo 7







La aventura de caminar por la calle tiene sus riesgos. Patricia lo sabe y lo pone en práctica cada vez que puede. Aún no entiende por qué se le dice 'caminar por la calle' y no por la vereda, pero en fin, se limita a pensar que es una forma general de llamar al hecho de pisar todo lo que esté fuera de las fronteras de su hogar:  la calle, la vereda, el cordón, los adoquines, la senda. Y a ella le gusta tanto, tanto vagar por la calle que su pasatiempo preferido se convirtió en ese: salir a recorrer veredas con la excusa de tomar un poco de aire. 

Patricia no se toma esta actividad a las apuradas. Dedica su tiempo a elegir el vestuario que se pondrá este día según el servicio meteorológico, combina sus faldas con sus camisas, sale abrigada si es necesario y lleva su bolso lleno de chucherías sea donde sea. Se peina y se maquilla como si saliera a algún evento de importancia. Y mientras todos la miramos asombrados, ella continúa con su obstinada tarea de ponerse bella para salir a veredear.

Cuando finalmente determina que se encuentra lista, abre la puerta de su casa y se aleja. Aquí es donde empieza lo que tanto me gusta de ella: Patricia mira. Mira las calles colmadas de vehículos, los negocios abiertos con sus carteles de oferta pegados en el vidrio, las veredas rotas que intenta esquivar como puede, mira los semáforos por supuesto, los árboles que extienden sus ramas hasta más allá de los cables que cruzan los postes de luz que también mira, los montículos de basura que permanecen en la esquina como esperando desaparecer por arte de magia, las palomas que se hacinan en las ventanas.

Patricia mira pero no como esas señoras chusmas del barrio que necesitan saber las buenas (y no tan buenas) nuevas de esta semana, sino como mujer que sabe apreciar los detalles, aunque no le gusten, aunque deba lidiar día tras día con ellos. Saber mirar significa saber apreciar. Sin embargo, una vez me contó que en realidad lo que más disfruta es mirar a las personas. Mirarlas desde todos sus costados, mirar su tranco, su forma de vestir, de caminar, sus manos en los bolsillos, sus rostros preocupados, alegres, tristes, cansados. Mirar sus ojos aunque la mirada no sea devuelta porque, me confesó, la mayoría mira hacia el piso o hacia otro lado: nunca a los ojos. 

Por estar mirando es que Patricia siempre dice "Iba caminando por la calle y... ¿a que no saben con quién me crucé?" Es ella la que te grita desde una esquina agitando el brazo, la que te toca el hombro y te retiene en una charla de reencuentro que te obliga a resumir tus últimos 5 años como si fuera tarea fácil, la que sin darse cuenta te saca una sonrisa porque... seamos sinceros: ¿a quién no le gusta mirarse a los ojos después de tanto tiempo?

El brillo de una mirada alegre o la tristeza de unos ojos caídos y húmedos hablan mucho de nosotros. Así me di cuenta de lo que quiero: aprender a mirar con los ojos de Patricia.





-dibujo por Troche
(portroche.blogspot.com)